EEH 062 – Mayo 2005

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 062 – Mayo de 2005

Instituto Universitario ISEDET

Autorización Provisoria Decreto PEN Nº 1340/2001

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Buenos Aires, Argentina

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Responsables: Darío Barolín


Domingo 1º de Mayo de 2005, Sexto Domingo después de Pascua (Día del Trabajador)

Sal 66: 7-18; Hch 17:22-31; 1 Pe 3:13-22; Jn 14:15-21


El programa general de la primera carta de Pedro como aspectos generales de formación y contexto fueron desarrollados en los estudios exegéticos homiléticos del mes anterior realizados por el Dr. Samuel Almada. Remitimos a estos estudios previos, especialmente al primero, para consideraciones generales de la carta.

Presentamos a continuación unas breves notas exegéticas primero sobre el contexto de de 1 Pe 3:13-22 y luego sobre este texto en particular. Finalmente algunas preguntas y reflexiones para la predicación.


El marco

Esta porción del texto se enmarca en una sección que podríamos llamar “responsabilidades de los/as creyentes en el mundo”. Ésta va desde 2:11, “Amados, los exhorto…” hasta 4:11 donde se vuelve a referir a los lectores como “amados…” o mejor aún hasta 4:19 ya que en 5:1 se dirige a un grupo particular de los creyentes, a los ancianos.

Los primeros dos versículos (2:11-12) de esta sección son cruciales pues nos muestran cual es el lugar que la comunidad de 1 Pe tiene en su mundo y cual es su misión o responsabilidad. Pedro los llama extranjeros y forasteros o peregrinos lo que marca justamente el desarraigo que la comunidad tiene para con la comunidad mayor. Por otro lado, deja claro que la comunidad es calumniada por quienes los rodean. Y a su vez aparecen “las apetencias o deseos de la carne” dentro de la misma comunidad. Así Pedro desarrolla en el v. 12 su estrategia a esta doble confrontación. Pedro piensa responder a esas calumnias con una conducta ejemplar para que viéndolas, los gentiles, puedan dar gloria a Dios en el día de su visita.

En los versículos que sigue Pedro dará indicaciones precisas sobre este programa. Así en 2:13-3:12 dará una serie de consejos dirigidos a la comunidad en general (2:13-17; 3:8-12) y a sectores particulares como los esclavos (2:18-25), las esposas y los esposos (3:1-7).

Pero al mismo tiempo que Pedro delinea su estrategia también muestra, aunque lo hará más claramente recién en 3:18-22, la certeza que da sustento a esta práctica: el día de la visita (episkopê) (2:12).

Luego de mostrar los elementos centrales de esta unidad (2:11-12) y de dar forma concreta a los mismos (2:13-3:12) Pedro se dispone ahora a mostrar las consecuencias de ese actuar y como se relaciona esto con la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.


1 Pedro 3:13-:22

Estos versículos pueden dividirse claramente en dos partes, por un lado 3:13-17 y por otro 18-22. Mientras que en el primero se habla del sufrimiento de los cristianos a causa de su fe, en el segundo se habla del sufrimiento y la vindicación de Jesucristo.

Debemos recordar una vez más que todo lo que Pedro ha dicho desde 2:13 hasta 3:12 tiene como objetivo evitar que aquellos que los injurian lo puedan seguir haciendo. Se trata básicamente de no dar motivos a la persecución y ser llevados a tribunales. Pero al mismo tiempo, a pesar de las persecuciones y adversidades, mantener inquebrantablemente la fe en Jesucristo. Así nuestra sección comienza con una pregunta retórica: “¿quién es el que les hará mal, si ustedes son partidarios/celosos del bien?” (3:13) La respuesta que uno espera de una pregunta retórica como esta es: nadie. Sin embargo la misma carta entiende que ni aún esta conducta intachable es suficiente para evitar la persecución. Así, con base en el sermón del Monte, Pedro dice: “si sufrieras por causa de la justicia, bienaventurado” (3:14) e inmediatamente exhorta, tomando Isaías 8:13: “no les tengáis miedo alguno, no se turben”. Pues esto es lo que buscan quienes hacen el mal, quebrarlas, asustarlos, para que dejen de vivir como extranjeros y forasteras para que vuelvan a su estado anterior, cuando eran iguales que ellos/as.

En lugar del miedo, Pedro aconseja, siguiendo el texto de Isaías, “por el contrario (de) al Señor santificad en vuestros corazones” (3:15). Esta situación que Pedro tiene en mente bien puede referirse a una situación de juicio. El paralelismo con Lc.21:14 y su contexto inmediato (vs12-19) así lo indican. Más aún pensemos que para las/os cristianas/os perseguidas/os ir a juicio era una oportunidad excelente para poder dar testimonio de su fe (cf. Filipenses 1), de su esperanza viva a la cual han renacido. No obstante el texto aquí mantiene una situación más general y amplia, en cualquier momento y ante todos, ante cualquiera hay que estar dispuesto a dar razón de “vuestra esperanza”.

Aquí Pedro exhorta a las/os cristianas/os a que estén dispuestas/os a explicar, a dar razones de sus prácticas, tan distintas de su entorno y porque no se “amoldan” a lo que todo el mundo hace. La persona que se ha convertido a Jesucristo, ha nacido a una esperanza viva, etc. (1:3ss), y esto tiene implicancias concretas en la vida cotidiana. Y es justamente esta práctica cotidiana la que cuestiona e incomoda al entorno de la comunidad cristiana. Por lo tanto la persona creyente debe poder dar razones del cambio, de la transformación que Jesucristo ha operado en su vida.

En el mismo tono que la parte precedente (2:11-3:12), en el v. 16 vuelve a insistir, en que este dar razón sea hecho con mansedumbre (praýtes) y temor (fóbos). Esto nos muestra claramente la fragilidad en la que se encuentra la minoritaria comunidad cristiana por un lado y lo arbitraria e injusta que es el contexto que lo rodea. Esta sugerencia de Pedro bien se parece a la que encontramos en los textos sapienciales del Antiguo Testamento de cómo comportarse frente a un déspota (cf. Eclesiastés 8:1-8). El v. 17 es un tanto problemático. Algunos entienden el mismo simplemente como un mero altruismo, sería más o menos como una repetición de lo dicho en 2:20 a los esclavos, ahora válido para todos. Michaels, entre otros/as, propone entender este versículo de la siguiente manera: “es ‘mejor’ sufrir en esta vida en mano de los perseguidores por hacer una cosa buena que en las manos de Dios en el día de su visita por hacer mal”. Él encuentra sostén tanto en la forma que dichos similares a esto tienen en la tradición sinóptica conocidos como dichos “mas vale” y en Mt. 10:281 Un argumento adicional se encuentran al final de la unidad precedente (3:12) donde aparece la actitud negativa del Señor contra los que hacen el mal.

La segunda parte del texto toma la vida de Jesucristo como paradigma para entender la propia, especialmente en lo que se refiere al paso de la muerte a la vida. En los vs. 2:18-25 la muerte y el sufrimiento de Cristo aparecían ya como elementos sobre los cuales se leía la realidad presente de sufrimiento. Sin embargo ahora hay un nuevo aspecto. En 3:18-22 lo central no es el sufrimiento de Cristo sino lo que sucede después de ella, la resurrección, la predicación a los muertos (un elemento muy caro para los judeocristianos como por ejemplo en el Evangelio de Pedro y que se incorporó parcialmente en el credo: …que descendió al infierno), y el ascenso hacia Dios. Este mismo movimiento es el que Pedro anuncia como modelo para los cristianos.


Algunas pautas para la predicación

El texto de este domingo mira las difíciles realidades en las cuales estamos llamados a predicar y vivir el evangelio por un lado y también por otro nos invita a mantenernos fieles a la esperanza a la que hemos sido llamados/as.

La primera consideración que se me viene a la mente es si los cristianos y cristianas podemos reconocernos en este modelo de forasteros y extranjeras que se sitúa la carta. ¿No somos más bien parte del folclore de la “sociedad occidental y cristiana”?

La segunda cuestión es el contexto de persecución que aparece en la carta. ¿Vivir la fe de Jesucristo nos pone en conflicto/persecución con la sociedad que nos rodea? ¿Qué pesa más la fe en Jesucristo o el medio en que vivimos? ¿Cuál es la consecuencia de ese conflicto?

Un tercer aspecto tiene que ver con el conflicto. En la medida en que la sociedad espera una cosa y el evangelio de Jesucristo otra, existe un conflicto. La cuestión es qué hacemos con él. Podemos hacer la voluntad de Jesucristo y estar en conflicto con la sociedad o podemos seguir los pasos de la sociedad y entrar en conflicto con Cristo. Creo que la vida en conflicto del cristiano es inevitable, y esto está en el corazón de la carta. Lo crucial esta en la forma en cómo enfrentamos este conflicto y sin caer en dualismos simplistas.

Un cuarto aspecto tiene que ver con la espiritualidad que emana de esta porción de la carta. Pedro se afirma en la resurrección de Cristo para poder soportar y mantenerse fiel el presente adverso. Y en tal sentido es importante señalar que solamente una vivencia profunda de la fe es la que permite resistir en los momentos adversos o cruciales. Por lo tanto nuestras congregaciones no pueden limitarse a vivir una práctica de fe sino a conocer y revivir su fundamento pues esto es lo que permite la práctica aún en momentos de adversidad.

ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 062 – Mayo de 2005

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Domingo 8 de Mayo de 2005, Domingo de Ascensión

Sal 47; Hch 1:1-11; Ef 1:17 23; Lc 24:44-53


Este domingo el calendario litúrgico nos invita a recordar y celebrar la ascensión de Jesucristo. Los textos elegidos, especialmente el de Lucas y Hechos así como la última parte de Efesios 1:15-25 tratan esta temática. En la obra lucana la ascensión, aunque también tiene su connotación teológica, aparece como parte de la propuesta del autor de describir a Teófilo los acontecimientos que han acontecido “entre nosotros” Lc 1:1-4. En el caso de la carta a los Efesios, se llega a hablar de la resurrección y la ascensión como consecuencia de haber referido previamente al poder de Dios. En este caso la mención aparece con una intencionalidad teológica distinta a la obra lucana. Aquí el objetivo es dar un ejemplo del poder de Dios y por eso se apela a una experiencia y conocimiento común.

A continuación brindamos una mínima información sobre el comienzo de la carta y luego analizamos por separado los vs. 15-19 donde encontramos una acción de gracias e intercesión de Pablo en relación a la comunidad y por otro lado la referencia a la resurrección y ascensión de Cristo. Finalmente desarrollamos algunas posibles ideas para la predicación.


Introducción

La carta a los Efesios comienza con los aspectos formales de una carta (1:1-2): Emisor; destinatarios (nótese que no se menciona aquí a la comunidad de Éfeso); y los saludos de gracia y paz. Luego tenemos un extenso himno donde se expone el misterio de la salvación 1:3-14 y que ahora ha sido revelado y que consiste en que “todo tenga a Cristo como cabeza” (1:10). Y esto incluye en primer lugar que tanto judíos/as como gentiles son ahora coherederos/as, miembros del mismo cuerpo (1:11-13; 3:6,). Este es el misterio que ha sido revelado a Pablo y el cual proclama. Y es este mismo misterio por el cual Pablo ora a Dios para que sea descubierto también por la comunidad de Éfeso (1:16b-19).


Acción de Gracias e intercesión

Sin embargo, Pablo no entra de pleno en esta carencia de la comunidad sino que comienza dando gracias a Dios por lo que ya han alcanzado (1:15-16a): Pablo ha escuchado de la fe de los Efesios en el Señor Jesucristo y de su amor a los santos (aquí a lo igual que en 1:1 y Colosenses 1:4 son una referencia a los/as creyentes en general). Hasta aquí la acción de gracias propiamente dicha. A partir de v.16b la acción de gracias por lo la comunidad se transforma en una oración de intercesión a Dios por esa comunidad (v. 16b).En la intercesión, Pablo ora para que Dios les dé el espíritu de sabiduría y revelación que permita conocer a Dios (v.17). El segundo motivo de la oración de Pablo es que Dios les de conocimiento en tres aspectos específicos a): cuál es la esperanza a la que han sido llamados, b) cuál la riqueza de la gloria que Dios ha otorgado a los santos y c) cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes. (v. 18-19).

Este triple motivo de intercesión de los vs. 18-19 tienen que ver con lo que aún la comunidad no ha podido lograr y que Pablo desarrollará más adelante: básicamente que Dios en Cristo ha unido a judías/os y gentiles derribando el muro que separaba (2:11-22). Uno podría preguntarse aquí si debe entenderse este muro, el que había entre judíos/as y gentiles, como el único que está previsto derrumbar en los planes de Dios. Y seguramente el texto de Gálatas 3:28 nos ayuda a comprender que es parte del misterio divino derrumbar no sólo este sino toda barrera que crea separación, entendiéndola ésta como discriminación, en la humanidad. Así el misterio divino de salvación se entiende como el anuncio de que todos somos hijos e hijas de Dios, coherederos y coheredaras, mismo del mismo cuerpo y tenemos parte de la misma promesa de salvación.

La comunidad de Éfeso necesita experimentar, conocer este misterio divino pues aún viven en la ignorancia del mismo. La comunidad de Éfeso necesita revestirse del nuevo ser creado en la justicia y santidad de la verdad (Ef. 4:24) pero para ello necesita conocer perfectamente a Dios (1:17), conocer cuál es la esperanza a la que han sido llamados y la riqueza que la misma tiene así como su poder manifestado en la resurrección y ascensión de Cristo a la diestra de Dios. Ésta es la oración y la preocupación de Pablo. Finalmente, es vital para Pablo que la iglesia pueda comprender esto pues justamente su misión es dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades en el cielo (3:11).


Resurrección y Ascensión

Ésta última mención del poder de Dios lo lleva a referirse al hecho supremo del poder de Dios: la resurrección de Jesucristo y su asiento en el cielo así como su poder sobre toda la creación. Dios aparece como el sujeto que desplegó su poder para resucitar a Jesucristo de entre los muertos y sentarlo en su diestra en los cielos. Ésta imagen de exaltación de Cristo es común en el Nuevo Testamento y está basada en el Salmo 110:1. Es una figura de entronización, de ascensión al trono, que tiene a su vez su origen en los ritos del Antiguo Cercano Oriente. Pablo se detiene aquí para enfatizar el poder y la autoridad que ahora Jesucristo tiene; insiste en que está por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo nombre que se nombra. Pero aún, como demorándose en mostrar el poder de Dios agrega, que Dios “bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia”.

La mención a todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo nombre que se nombra está vinculada a la creencia judía de la época sobre la existencia de fuerzas angelicales. Pablo no discute tal creencia sino que se limita a afirmar la autoridad de Cristo sobre todo.

Este mismo poder que ha realizado esto en Cristo, dice Pablo, es el que ustedes ya han experimentado en sus propias vidas ya que han sido vivificados junto con Cristo (2:5-6) y es la prueba máxima del poder de Dios. Lo que Dios ha hecho en Cristo es una muestra clara de su poder y de su capacidad para llevar adelante su plan. Pero este plan de salvación necesariamente debe encarnarse ahora en la comunidad cristiana en cuanto ella tiene la tarea de manifestar esta voluntad de Dios.


Algunas puntas para la predicación

Un primer aspecto para la predicación es la insistencia en esta parte de la carta y también más adelante en conocer. Pablo lo coloca en oración a Dios pidiendo que nos conceda espíritu de sabiduría y revelación para conocerle a él. Ahora, ¿hay algo que el ser humano pueda hacer para que esto ocurra? ¿Esto depende exclusivamente de Dios? Orar a Dios pidiendo que Él nos conceda esto indudablemente no puede ser una acción antes de irse a dormir sino que la entiendo como una actitud constante y disciplinada de abrir mi vida y la de nuestras comunidades a la acción de Dios. Así la vida de la persona cristiana es una vida que debe abrirse a Dios, debe dejarse informar por el misterio divino. Y la pregunta que esto me trae es ¿qué espacios dejamos en nuestra vida para conocer el misterio divino? Y esto es fundamental pues el misterio divino, aquí expresado como el derrumbamiento de los muros, difiere de la experiencia cotidiana donde uno vive construyéndolos. ¿Cómo podemos dejar de vivir según la vaciedad de la mente (4:18) y dejamos que Dios renueve el espíritu de nuestra mente y poder así revestirnos del nuevo ser (4:24)? En 6:14-20 encontremos algunas prácticas concretas a las que Pablo exhorta a su comunidad y que tal vez puedan sernos útiles.

Un segundo aspecto es el vínculo que Pablo hace entre el conocimiento del misterio divino y la práctica concreta de la comunidad (4:1-6:17). Y es importante como en la carta ambos elementos no aparecen como contradictorios sino como elementos imprescindibles en la tarea de la iglesia de manifestar el misterio divino. Veo en esta unión un elemento importante a rescatar pues la práctica cristiana se sustenta en una experiencia y conocimiento de Dios. ¿Podemos limitarnos a predicar la práctica cristiana sin mostrar cuál es su sustento? ¿No nos afanamos demasiado por ver “prácticas cristianas” aunque su sustento no sea Jesucristo? Lo que estoy sugiriendo es que la práctica cristiana, la ética cristiana, la acción es un elemento imprescindible de la fe pero que sólo cobra su sentido cuando emana de Dios. Se podrá decir que hay quienes jamás llegan a la acción y permítanme responder que entonces aún no han experimentado el amor de Dios en Jesucristo que llama a derrumbar los muros.

El tercer aspecto es la ascensión de Cristo y su entronización. Como hemos dicho anteriormente estos aparecen a raíz de la mención de la fuerza poderosa de Dios. A esto Pablo sumará más adelante la misma experiencia de resurrección que sus oyentes tienen (2:5-6). También haciendo uso del Antiguo Testamento podemos recordar que los elementos que se mencionan allí como soportes de la acción de Dios son el éxodo y la creación. Esta certeza del poder de Dios es lo que da sustento a toda la práctica paulina y la que la sostiene aún en la adversidad. Es más Pablo sabe que se puede resistir puede Cristo ya ha sido puesto en el trono y en Él está el poder para vencer. En esa confianza y certeza es que apela a fortalecerse en el Señor y en la fuerza de su poder (6:10).

ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 062 – Mayo de 2005

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Responsables: Ricardo Pietrantonio


Domingo 15 de Mayo de 2005, Domingo de Pentecostés

Sal 104:25 37; 1 Cor 12:3 13; Hch 2:1 11; Jn 20:19 23 R. Pietrantonio


Jesús se aparece a los discípulos

(ver Mt 28.16–20; Mc 16.14–18; Lc 24.36–49)

Menciones topográficas y temporales

20:1-23, Domingo 9 de Abril del año 30 d.C., 20:1 “el primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, María Magdalena va al sepulcro y ve la loza quitada”, 20:2 “fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro”, 20:3 “salieron Pedro y el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro” – el otro discípulo corrió más aprisa y llegó primero (4), bajándose a mirar vio... pero no entró (5), luego llegó Simón Pedro tras él y entró en el sepulcro y vio ... (6-7), entonces entró también el otro discípulo (8) – 20:10 “los discípulos se fueron de nuevo a los suyos”, 20:11 “María se quedó junto al sepulcro llorando... se inclinó a mirar...”, 20:14 “se volvió y vio a Jesús sin saber que era Él”, 20:18 “María se lo anunció a los discípulos”, 20:19 “al atardecer de aquel primer día de la semana ... los discípulos ... llegó Jesús con las puertas cerradas ...”, 20:24 luego o quizás otro día “Tomás no estaba allí”, 20:26, Domingo 16 de Abril del año 30 d.C., “ocho días después están ora vez los discípulos dentro, Tomás con ellos... llegó Jesús con las puertas cerradas ...”


Aparición a los discípulos sin Tomás ¿Quizás más que los Once?

Antes se había aparecido a María Magdalena, y Pedro y otro discípulo (mathêtés) no identificado descubren los lienzos y el sudario sin un cuerpo. Hasta ahora no hay ningún envío con la palabra técnica apostéllô apóstol, excepto que a María Magdalena le dice ve (poreúou) a avisarle a “mis hermanos” de su vuelta al Padre y ella les avisa a los discípulos que aparte de esas palabras ella lo había visto y no sólo oído.

En el EvJn antes se habla de los “doce” y de los discípulos en acompañamiento a Jesús, pero sólo después de la Resurrección de Jesús éste los “enviará” a los discípulos no sólo a los “doce” con la palabra técnica mencionada. Esta perícopa trata de ello.

Juan no aclara quiénes son los discípulos presentes. El lugar donde se hallaban reunidos no es identificado ¿Sería el cenáculo?

20:19. Probablemente los discípulos permanecerían adentro de la casa para lamentarse, y realizar el luto; la Fiesta de los Panes Ázimos todavía sigue, por lo cual ninguno de los que acompañaron a Jesús desde Galilea, además de aquellos que tenían residencia en Jerusalén, habría dejado aun la misma para irse allí. Las residencias de este tipo estaban provistas con pasadores y cerraduras. Las puertas con cerrojo impedirían a cualquiera entrar a menos que atravesara las puertas cerradas. La aparición de Jesús en el cuarto cerrado con llave haría pensar en un cuerpo resucitado cuya naturaleza normalmente sería superior al previsto en la literatura judía antigua. “Paz con ustedes” era el saludo judío normal, pero significaba al mismo tiempo el comunicar paz (como hoy día cuando se dice la paz sea contigo).

El temor hace a los discípulos ocultarse tras las puertas cerradas. Jesús se presenta de repente en medio de ellos. El saludo: “La paz con ustedes” era el común Šalom.

En esta sección hay un rápido vuelco de la emoción temerosa (19) al gozo (20). La razón fue la declaración de paz del Señor resucitado. Las palabras ¡paz a vosotros! tienen la forma de un saludo común, pero en los labios de Jesús implicaban el otorgamiento de su propia paz a los discípulos como había prometido previamente (14:27; 16:33).

20:20. Es significativo que haya mostrado las manos y el costado a los discípulos porque así ellos no podrían tener dudas sobre la identidad de Jesús. Aun su cuerpo levantado llevaba tales pruebas. La repetición del don de la paz aumenta el énfasis de su importancia, especialmente como ella se ligaba con una comisión específica (21). La implicación de estas palabras es que el enviar tenía el propósito de cumplir nada menos que la comisión que Jesús había recibido del Padre.

A veces se mostraban las heridas como evidencia en una corte judicial; aquí su función es identificar que es el mismo Jesús que había sido muerto. En mucha de la tradición judía, el muerto que era resucitado se vería en la misma forma que cuando murió, luego Dios lo sanaría y le restauraría – como se puede colegir en la perícopa de la resurrección de Lázaro (11:38-44, especialmente 44) – para que todos reconocieran que la persona que estaba de pie ante ellos era la misma que se había muerto. Las manos incluyen las muñecas que era donde los clavos se habrían introducido; porque la palma no habría sostenido a la persona en la cruz, ya que el peso de la víctima habría rasgado la mano abierta.

20:21. en la tradición profética a menudo se dejaban sucesores (como en el caso de Elías y Eliseo ver 1 Reyes 19:19-21, 2 Reyes 2) como enviados como agentes de Dios autorizados que representaban la tradición.

La identidad del Señor no dejaba dudas al mostrarles éste las manos y el costado. ¡Cuánta alegría! Jesús reitera el saludo: “La paz con ustedes”. Ahora los constituye apóstoles porque es la primera vez que los envía en el EvJn: tienen la misma misión que el Verbo encarnado había recibido del Padre, con la autoridad de Jesús mismo. Mediante el gesto de soplar sobre ellos, les comunica el Espíritu Santo, es un Pentecostés.

20:22. El soplo de Jesús en aquellos discípulos encerrados y casi inermes puede resonar como Génesis 2:7, cuando Dios sopló en Adán la vida (también podría señalar la tradición posterior conectada con Ezequiel 37, cuando el Espíritu o el viento de Dios reaviva los huesos secos que son primero llenados de músculos y luego la fortaleza del viento – espíritu divino). Y además el Espíritu santo como el poder de profetizar, o hablar en el nombre de Dios.

¿Cuál es la relación entre el v. 22 y el descenso del Espíritu en Pentecostés? Algunos ven dos venidas distintas del Espíritu, pero tal cosa no es probable. Es mejor considerar esta declaración como un anticipo de Pentecostés, aunque una entrega preliminar se implica en el contexto (el verbo empleado es el que se usa para “respirar” o “exhalar”). Claramente los discípulos en este momento no recibieron la plena dotación, porque todavía les faltaba el poder que vino en Pentecostés. La venida del Espíritu aquí se vinculaba con el perdón de pecados (23). La promesa fue dada a todo el grupo de los discípulos (el verbo está en plural).

20:23. actuando como los agentes de Dios (20:21) los discípulos podrían pronunciar la prerrogativa divina en su autoridad (es decir, pronunciar tanto la liberación del pecado como también el señalamiento de retención a los que permanecen en él.). El poder de remitir y de retener los pecados implica la autoridad de Jesús ejercida sobre los pecados.

Aunque perdonar pecados no es parte del poder humano, la predicación del evangelio proclama tal perdón. Los verbos están en voz pasiva lo que sugiere que Dios es el que actúa. Quienes no respondan a la predicación del evangelio son dejados en sus pecados (les han sido retenidos, RVA; “les quedarán sin perdonar”, DHH). Sobre esta promesa, cf. Mt 16:18-19; 18:18-19.


Para la homilía

Se puede tomar el camino de enfatizar la idea de que la misión. La evangelización o sencillamente el predicar el evangelio por parte de la iglesia en palabra y obra se basa seguramente en la resurrección del Señor.

Tal tarea va más allá de los convocados específicamente para esa labor porque las apariciones se realizan no sólo a los que conocieron al Señor íntimamente sino los discípulos en general: María, el otro discípulo que es el que en primer lugar cree, los que estaban reunidos en luto, o Saulo y otros.

También se puede dirigir la mirada al hecho de que el mandato apostólico por el Espíritu tiene que ver con el pecado, sea para liberarse del mismo, o para condenarlo, o “retenerlo”porque está insertado en la estructura mundana en la que vivimos y que tiene diferentes nombres.

ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 062 – Mayo de 2005

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Domingo 22 de Mayo de 2005, Domingo de Trinidad

Sal 8; Gén 1:1-2:4 (1-5); 2 Co 13:11 13; Mt 28:16-20


Repaso de los textos

Salmo 8: Salmo de Alabanza al Dios que presenta una estructura concéntrica. En los extremos (v.2 y 10) tenemos una expresión gloriosa del nombre de Dios como marco del mismo. Al interior aparece la creación de Dios (v. 2c-4 y 7-9) rodeando al ser humano quien ocupa un lugar privilegiado en la creación. Nótese en tal sentido el paralelismo que se da entre el v. 4 “hechura de tus dedos” y “hechura de tus manos” v. 7 quedando al centro del Salmo los vs. 5-6.

Génesis 1:1-2:4: tenemos aquí el relato de la creación por excelencia estructurado en siete días. Seis días de creación y trabajo y el último de contemplación y descanso. Seguramente la mención al viento/espíritu de Dios en el v 2 lo que propicia la incorporación de este texto para este domingo de Trinidad. La mención del Espíritu de Dios en el v. 2 tiene mucha fuerza y densidad de sentido. Sobre esa creación que todavía es inhabitada, vacía, informe y oscura aparece la presencia del Espíritu de Dios. Uno puede apreciar esto mejor si traducimos el waw como pero en lugar de y, ya que esto es posible y común en hebreo dependiendo una u otra opción del contexto en que se use. El texto quedaría así: “La tierra estaba vacía e informe y oscuridad sobre la faz del abismo, pero viento/espíritu de Dios se posaba sobre las aguas”.

2 Co 13:11-13: Estamos seguramente ante una fórmula de uso litúrgico con forma trinitaria en el sentido de que aparecen las tres personas de la Trinidad. Esta fórmula es una de las más antiguas en la que aparecen con claridad elementos trinitarios. No obstante debemos señalar que aquí aparecen el Señor Jesucristo pero no definido como Hijo; Dios pero no definido como Padre. La teología trinitaria desarrollada posteriormente considero estos elementos bíblicos pero llevo su desarrollo a un nivel mayor de profundidad.


Mateo 28:16-20

Estamos ante la conclusión del evangelio de Mateo. Aquí se condensan y toman forma final una serie de aspectos que el evangelista ha ido mostrando y desarrollando a lo largo de todo el evangelio como por ejemplo la misión a todas las naciones, todos los pueblos a toda la gente. En segundo lugar, a lo largo del evangelio, Mateo nos ha presentado y nos ha permitido conocer a Jesús, quien es el carácter principal del evangelio pero también aparecía Dios, a quien Jesús se refería como Padre y el Espíritu Santo. Aquí los tres aparecen juntos en la fórmula bautismal.

El texto comienza con la aparición de Jesús a los once discípulos en un monte de Galilea, tal cual el ángel le había adelantado a las mujeres en el sepulcro (28:7). Cuando los discípulos ven a Jesús le adoraron pero dudaron. Reina Valera y Biblia de Jerusalén traducen “pero algunos dudaron” el texto griego sin embargo dice: “viéndolo le adoraron, pero dudaron”. Adoración y duda aparecen aquí juntos. Uno no debería sorprenderse tanto de esto pues lo mismo sucedió cuando Jesús y además los discípulos aparecen como gente de poca fe (8:26; 14.31). Este último texto, cuando Jesús camina sobre las aguas, es muy rico por el proceso que aparece en Pedro. De estar perturbado y creer que era un fantasma pasa a descubrir que Jesús es el Hijo de Dios (14:33). Tal vez un movimiento similar a este es el que el evangelista espera en sus lectores.

El mensaje de Jesús a sus discípulos, que es mucho más que simplemente ir a ver a Jesús (cf. 28:7), lo podemos dividir en tres partes:

  1. Afirmación de poder o autoridad (v.18b);

  2. mandato (v.19-20a);

  3. y promesa (v.20b)

La afirmación o revelación de autoridad de Jesús: “me ha sido dado todo poder en el cielo y sobre la tierra” suena cercano al texto de Daniel 7:14, especialmente en la Septuaginta. Tenemos en Mt, al igual que en Filipenses 2:5-11, una comprensión de los acontecimientos de la muerte y resurrección de Jesucristo como un movimiento de exaltación de Jesucristo y recibimiento del poder tal cual se realizaba en las liturgias de subida al trono del antiguo cercano oriente (ver también Apocalipsis 4-5)

La anunciación de Jesús a sus discípulos de haber recibido el poder es lo que legitima y sustenta el encargo. Éste está encabezado por un imperativo: haced discípulos y dos participios: bautizándolos y enseñándoles. Entiendo que el bautismo y la enseñanza son especificaciones de la acción principal: hacer discípulos.

Si bien la Trinidad fue desarrollada posteriormente por la cristiandad, el evangelio de Mateo no introduce aquí a las tres personas como descolgadas sino que a lo largo del evangelio han ido apareciendo. Jesucristo, es llamado por Dios como su hijo en el momento del bautismo y en la transfiguración (3:16-17 y 17:5). Y Jesucristo en varias ocasiones se refiere a Dios como Padre (11:25ss; 12:50; 18:10, etc). Sabemos también de la acción de Espíritu Santo en la vida de Jesús en su concepción (1:18.20), en su bautismo (3:16-17), llevándolo al desierto (4:1) y en su ministerio (12:18). Este mismo Espíritu de Dios es el que acompañará a los discípulos (10:20) y contra quien no se puede hablar (12:31-32). Aquí el evangelio da un paso más Padre, Hijo y Espíritu Santo aparecen juntas y las personas bautizadas pertenecen, son introducidas a esa comunión que existe entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El envío a todos los pueblos o toda la gente no es algo obvio para la comunidad mateana sino algo que el evangelista ha tenido que elaborar y desarrollar cuidadosamente a lo largo de toda la obra. El riesgo de la comunidad cristiana dentro de los límites del judaísmo estaba latente y la oposición de abrirse a los gentiles muy fuerte. Por eso desde el comienzo mismo del evangelio aparecen extranjeras en la genealogía de Jesús (Cf 1:5), Jesús se sorprende de la fe que encuentra en medio de los gentiles (8:10-12). Sin embargo los límites de la misión y de la comunidad también parecen estar sólidamente construidos (cf 10:5; 15:24) quedando los gentiles fuera de esta comunidad. Pero así como Jesús mismo fue transformado por la fe de la mujer cananea (15:21-28) la comunidad deberá ser transformada para poder dar cumplimiento a esta misión que Jesús encarga a sus discípulos.

Finalmente la promesa de Jesús de estar con sus discípulos hasta el fin del mundo, es nada más ni nada menos que dar cumplimiento a su propia esencia, al fin y al cabo Jesús es Emmanuel: Dios con nosotros (1:23).


Algunas sugerencias homiléticas:

El primer posible tema para la predicación es obviamente la Trinidad. En este aspecto es importante notar que para Mateo es central la promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos”. Jesús es Dios con nosotros, es el Emmanuel y lo seguirá siendo ahora, exaltado y con poder.

Una segunda posibilidad es pensar la misión de la iglesia tal cual la describe Mateo. Hacer discípulos y discípulas, bautizándolas/os y enseñándoles a guardar todo lo que Jesús ha mandado, que no es otra cosa que el mismo evangelio de Mateo. Uno podría “jugar” con el sentido del verbo baptizo, entendiéndolo a éste no sólo como bautizar sino en su acción más primaria de sumergir. Así el bautismo es un acto de iniciación e introducción al interior de Dios. Esto obviamente supera ampliamente la comprensión de la fe como mera obediencia de la voluntad de Dios para entenderla como vida en Dios.

Una tercera posibilidad podría ser centrarnos en los destinatarios de la misión: Todo el mundo, toda la gente. Aquí es importante descubrir como esta misión aparece como un largo proceso elaborado por Mateo. La apertura no es espontánea sino que es un trabajoso proceso (cf. Mt. 12:21-28) de crecimiento y transformación.

ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 062 – Mayo de 2005

Instituto Universitario ISEDET

Autorización Provisoria Decreto PEN Nº 1340/2001

Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDET

Buenos Aires, Argentina

Este material puede citarse mencionando su origen

Responsables: Ricardo Pietrantonio


Domingo 29 de Mayo

Sal 31:1-5, 19-24; Deut 11:18-28; Rom 1:16-17, 3:29-31; Mt 7:21-29 R. Pietrantonio


1:16, 17 El tema de la carta

El afán de Pablo por predicar el evangelio en Roma (15) lo lleva directamente a su descripción de este evangelio en los vv. 16 y 17, los que expresan el tema central de la epístola y constituyen la transición entre la introducción a la carta (1:1–15) y el cuerpo de la misma (1:18–15:13). La palabra clave y el motivo central, es el evangelio (el término proviene y señala las “buenas nuevas” de la victoria final de Dios en la historia (ver Isa. 40:9; 52:7; 61:1; Joel 2:32). Al decir no me avergüenzo del evangelio, el autor podrá simplemente querer decir que se sentía “muy orgulloso” o empecinado del mismo. Pero la certeza de que a los cristianos de Roma les habían llegado rumores acerca de Pablo (3:8), puede sugerir que en verdad se está defendiendo de acusaciones en cuanto a que él debiera “avergonzarse” de lo que predica. En cualquiera de los casos, se debe observar la pretensión firme y desafiante de Pablo en aquello que es “tropezadero” para los judíos y “locura” para los griegos (1 Cor. 1:23).

¿Por qué este “orgullo” en el evangelio? Porque el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. “Salvación”, es un término que denota liberación de una amplia variedad de males y se utilizaba en el AT para describir la liberación final de Dios para su pueblo. Ver en especial Isa. 52:7, donde se utilizan dos de las palabras clave en esta parte de Rom.: “¡Cuán hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae buenas nuevas del bien, del que anuncia la salvación, del que dice a Sión: ‘¡Tu Dios reina!’” En el v. 16, el término salvación se refiere a la acción de Dios al rescatar al pecador de la condena del pecado. La insistencia en que esta salvación es para todo aquél que cree, (¿una referencia tácita a Abraham?) es central en toda la carta con el agregado de que es para el judío primero y también al griego. El poder del evangelio, disponible universalmente, no elimina a los judíos como los receptores de la palabra y el pacto de Dios en el AT, los judíos siguen siendo también destinatarios de las buenas nuevas de Dios acerca del cumplimiento de sus planes y promesas expresados en el AT (3:1, 2; 11:1, 2, 29).

El evangelio es la fuente del poder de Dios para salvar porque en él la justicia de Dios se revela. Se refiere aquí a un concepto específico que tiene sus raíces en las promesas de la Escritura (recordar que entonces se refería a lo que ahora llamamos AT). Los “postreros días”, cuando Dios intervendría para salvar a su pueblo, estaban caracterizados por profetas como Isaías como un tiempo en el cual él revelaría su “justicia” (p. ej. Isa. 46:13; 51:5, 6, 8). Esta “justicia de Dios” es un tema central (cf. 3:5, 21, 22, 25, 26; 10:3; fuera de Romanos la literatura paulina sólo emplea la frase 2 Cor. 5:21). Las interpretaciones han variado y se ha ido desde el don de la “condición correcta” que Dios otorga a los que creen, hasta que significa la actividad por la cual Dios salva a su pueblo. “La justicia de Dios” sería un concepto amplio que incluye tanto la acción de dar (por parte de Dios) como la condición de aquellos que reciben el don (de nuestra parte). Cuando el evangelio se predica y las personas responden al mensaje en fe, en ese momento Dios actúa para llevar al pecador a una nueva relación “correcta” con él, en realidad restaura la relación quebrada. La frase se refiere a una nueva relación, no a una nueva capacidad moral. La terminología del ámbito de la justicia pública, y describe aquella acción a través de la cual el juez en su autoridad declara a una persona “inocente”.

Hay una íntima relación de la justicia con la fe. Esta relación se subraya en la última parte del v. 17. La frase por fe y para fe hace hincapié en que la justicia de Dios se experimenta por fe y nada más que por fe. La cita de Hab. 2:4 refuerza la relación entre “justicia” y “fe”. “Vivirá” se refiere tanto a la vida espiritual, como eterna ¿Definitiva?

En Hab. 2:4, Dios está recordándole al profeta que la persona que es parte del pueblo del pacto de Dios (“el justo”) experimentará la bendición de Dios y entenderá sus caminos únicamente a través de la fidelidad a Dios y a su pacto como lo hizo Abraham. En el Habacuc (cf. Gál. 3:11), cada una de las palabras clave —”justo”, “vivirá”, “fe”— recibe un significado más profundo a la luz de la venida de Cristo, pero se mantiene el sentido general del original: la vida delante de Dios demanda del individuo una consagración de todo corazón.


3:27-4:25 “Solamente por la fe”

Este pasaje desarrolla un elemento clave en el gran resumen teológico de 3:21–26: la fe como el único medio de justificación. Pablo desarrolla esta tesis en dos etapas, siendo la primera de ellas una declaración general (3:27–31), y la segunda (4:1–25) una elaboración con respecto a un tema específico: Abraham. Las dos secciones no solamente centran su atención en el mismo tema, sino que lo desarrollan de la misma manera (ver cuadro en la página siguiente).

En la Epístola a los Romanos Pablo había establecido que todos los hombres son pecadores (3:9), por medio de una serie de testimonia lo había luego corroborado (3:10 18), cosa que incluso la Ley plantea (3:19 20), para continuar posteriormente:

3:21 a. pero ahora independientemente de la ley la justicia de Dios se ha manifestado testificada por la ley y los profetas

3:22 b. Justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo

3:23 c. para todos los creyentes; porque no hay distinción puesto que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios

3:24 b’. siendo justificados por el don de su gracia, a través de la redenci6n que se da en Jesucristo; a quien puso (3:25) como propiciación por medio de la fe en su sangre,

3:26 a’ para mostrar su justicia habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, en la paciencia de Dios para mostrar su justicia en este tiempo a fin de ser el justo y justificador del que es de la fe de Jesús.

El centro del quiasmo está en c), y así confirma lo que se había señalado en 3:9, de modo que la gracia de Dios esté por encima de cualquier jactancia humana (3.27) y quede claro que sólo Dios es el que justifica (abb’a’).

3:28 a. concluimos pues que el hombre es justificado por la fe independientemente de las obras de la ley.

3:29 b. Dios ¿es de los judíos solamente? ¿No es también de los gentiles? ¡Claro! También de los gentiles

3:30 a’. porque Dios es uno, el que justificará a los de la circuncisión por la fe, y a los de la incircuncisión por la fe.

Además:

3:27 a se excluye la jactancia – Abraham no puede jactarse 4:1, 2

3:27 b, 28 porque uno es justificado por la fe, no por las obras de la ley – porque Abraham fue justificado por la fe, no por obras 4:3–8

3:29, 30 circuncidados y no circuncidados están unidos bajo el Dios único, a través de la fe –

circuncidados y no circuncidados son unidos como hijos de Abraham, a través de la fe 4:9–17

En el estilo de discusión que tanto se utiliza en la epístola se avanza con la pregunta ¿Dónde, pues, está la jactancia? Pablo probablemente está pensando particularmente en los suyos, judíos como él. Sobre todo algunos grupos judíos tenían una tendencia a descansar en sus obras como el fundamento de su relación con Dios (9:30–10:3; cf. Fil. 3:2–9). La provisión de la justicia de Dios “sin las obras de la ley” y a través de la fe en Jesucristo (21, 22) revela la necedad de tal jactancia en el logro. Está excluida, afirma Pablo, a través de la ley de la fe. El término ley traduce al gr. Nómos, y muchos estudiosos consideran que aquí, como generalmente sucede en los escritos de Pablo, nómos se refiere a la ley mosaica. En parte sí porque la Ley es la Torá, pero queriendo enseñar que la jactancia queda excluida cuando uno ve en la Ley mosaica no simplemente una demanda de obras (observar la ley), sino también el reclamo de fe que subyace como se deduce de lo que observa sobre Abraham. En el v. 28, el cual está elaborado sobre el v. 27, suplementa “obras de la ley” y “fe”: la jactancia quedará excluida cuando se reconozca la verdad de que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley (28).

En los vv. 29, 30 están las enseñanzas judías fundamentales de la unicidad de Dios (Deut. 6:4) como una argumentación adicional en favor de la exclusividad de la fe. Porque si Dios verdaderamente ha de ser el Dios de toda la humanidad, entonces todos los seres humanos deben tener igual acceso a él, y por el mismo medio. La ley de Moisés, la Torá no puede estar como una “pared divisoria” entre judíos y gentiles (Ef. 2:11–22). Dios justifica tanto a los de la circuncisión (el judío) como a los de la incircuncisión (el gentil), por la fe. (El texto gr. dice que Dios justifica al judío “por” — (o a partir de la) — fe y al gentil “mediante” fe, pero probablemente no haya diferencia alguna.)

El versículo 31 revela una vez más el deseo de Pablo de evitar que sus lectores saquen conclusiones demasiado extremas respecto de su argumentación contra la ley. El rechazo liso y llano que hace Pablo de cualquier función de la ley en la justificación, favoreciendo así a la fe (20, 21, 27, 28), no significa que busque de esta manera invalidar la ley. Por el contrario, Pablo insiste en que confirmamos la ley. La doctrina de la justificación por la fe está en total armonía con la enseñanza del Pentateuco (“la ley”), tal como claramente establece en el cap. 4. No obstante, debido a que su centro de atención en los vv. 27, 28 se ha fijado en las demandas de la ley, es más probable que él esté enseñando que la fe en sí misma hace provisión para la satisfacción total de sus demandas.

Ahora ha establecido que Dios es de todos, su Pueblo abarca no sólo a los judíos que creían que por tener la ley eran mejores. 3:31 parece anular lo dicho, pero no es así; quiere comprobar por la ley misma, o sea por el contenido de la Torá, que allí se encuentra la interpretación de su enseñanza. 3:31 es una introducción al cap. 4 donde querrá establecer que Abraham halló justicia antes de la promulgación de la ley y por eso es el Padre de los creyentes.

Por lo cual solamente por fe: la fe de Abraham. Pablo elabora ahora sobre los aspectos que desarrolló brevemente en 3:27–31, haciendo referencia a la historia de Abraham.

4:2 a. porque si halló que por las obras fue justificado

b. tiene con qué envanecerse, pero no respecto de Dios

4:3 c. porque ¿qué dice la Escritura? “creyó Abraham a Dios y le fue contado como justicia (Gen 15:6)

4:4 b’. mas al que trabaja no se le cuenta el salario como regalo sino como deuda

4:5 a’ pero al que no trabaja pero cree en el que justifica al impío, se le cuenta su fe como justicia.

a y a’ se contraponen lo mismo que b y b’, para quedar en el centro como más importante la cita de la Escritura (c), agregando otras más (4:6 8). Abraham fue justificado estando en la incircuncisión (4:9 10), tema que destaca para señalar con toda claridad que es el padre de todos los creyentes:

4:11 a. y como signo recibió la circuncisión,

b. sello de la justicia de la fe en la incircuncisión,

c. para ser el padre de todos los creyentes incircuncisos,

b’. a fin de contársele también a ellos la justicia

4:12 a’. y padre de la circuncisión.

La preocupación central de Pablo, pues, no es que no se busque la justicia sino que la justicia por la gracia a través de la fe sea también accesible a los incircuncisos (b y b’). La gran polémica paulina tiene como trasfondo el problema de los judaizantes y no un antinomismo o un desapego por la justicia; la gran cuestión es si los pueblos acceden o no a esa justicia de Dios (4:13 25).

Abraham es un ejemplo de suma obediencia para el cristiano, porque en las condiciones desventajosas en que se encontraba para engendrar un hijo, que por otro lado era el descendiente que debía vehiculizar la promesa de formar un pueblo de todas las familias de la tierra, a pesar de todo creyó a Dios, actitud de obediencia que le valió el ser considerado justo. En Abraham la promesa de Dios estaba prefigurada en la esperanza de formar un gran pueblo con los pueblos de la tierra   los gentiles   ya que cuando él fue convocado a la tarea era un incircunciso, o sea, un gentil.


Para la homilía

Se puede ir en la dirección de mostrar el tema central del evangelio (capítulo 1) pero combinándolo con los receptores de la segunda parte del texto (Capítulo 3) siguiendo las indicaciones exegéticas señaladas.

1Michaels, J. R., Word Biblical Commentary, Volume 49: 1 Peter, (Dallas, Texas: Word Books, Publisher) 1998.