Homilies Alive
Spanish Homilies
Twenty-Fourth Sunday in Ordinary Time
(
September 17, 2006
Homily Code: ST-95
(To
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En el Antiguo Testamento, existen algunos temas interesantes que se
repiten una y otra vez de un libro a otro.
Uno de esos temas es sobre el Mesíasel esperado por el pueblo Judío
quien creyó que un día llegaría y lo conduciría hacia la victoria sobre sus
perseguidores. Un segundo tema es el
del Siervo Sufriente. ¿Pero
quién fue el siervo sufriente? Un
hombre o quizá un pueblo que mediante el sufrimiento se convirtiera en una
especie de salvador para la raza humana.
El pueblo del Antiguo Testamento nunca colocó a estos dos temas juntos.
Como tampoco lo hicieron los apóstoles y discípulos de Jesús que en realidad
formaban parte del pueblo del Antiguo Testamento. Ellos nunca creyeron que fuera
a haber un sólo individuo que pudiera ser Mesías y siervo sufriente a la vez. En el Evangelio de hoy, Jesús les muestra que ambas imágenes
llegan a su plenitud en su persona. Él
es el Mesías, pero también llegará a ser el siervo sufriente.
La escena que se desarrolla en el Evangelio de hoy ocurrió
aproximadamente un año después de que Jesús iniciara su vida pública.
Él había realizado ya muchos milagros; él había ya curado a personas
que estaban ciegas, sordas y cojas, y hasta personas que eran leprosas.
Por lo que era natural que la gente tuviera curiosidad en saber sobre su
origen y meta en la vida. Así que
Jesús les pregunta a sus apóstoles: ¿Quién dice la gente que soy yo?
No es acaso interesante saber que nadie se imaginaba que se trataba de
una persona viva y real. Ellos creían que era uno de esos profetas muertos que había
reencarnado. Algunos dicen que eres Juan el Bautista, que Elías; y otros,
que algunos de los profetas.
Y lo más extraordinario aún fue la respuesta de Pedro a esa pregunta.
Sin duda alguna dijo, Tú eres el Mesías. Aquel por quien estábamos
esperando y orando. Y por primera
vez en su vida, Jesús lo admitió. Si, Yo soy el Mesías; pero para evitar que
pensaran que dirigiría un ejército para destruir a los Romanos opresores, les
dijo claramente lo que iba a suceder. Yo
soy el siervo sufriente. Yo
asumiré el dolor. Seré rechazado por los sumos sacerdotes y los escribas, y
tendré una muerte ignominiosa.
Y aquí es donde Pedro, quien acababa de hacer un brillante observación,
ahora comete el simple error que todos cometemos algunas veces.
Trató de decirle a Jesús que no tendrá que sufrir la crucifixión
porque él era bueno. Después de todo, tu estás cerca de Dios; tu has hecho
milagros; has llevado una vida maravillosa; ¿cómo es posible que Dios te
permita sufrir? Y la respuesta
de Jesús fue la siguiente, Tú no juzgas según Dios, sino según los
hombres.