La homilía de este Domingo

Adviento 1

30 de Noviembre de 2003

Terminó el Ciclo Litúrgico “B” con la Fiesta de Cristo Rey, pero las lecturas de Adviento, al comienzo del Ciclo “C”, siguen en la misma tónica de los últimos domingos del Tiempo Ordinario. Parecería que las lecturas se estuvieran repitiendo. Y es que el Año Litúrgico comienza con la venida de Cristo y termina con la venida Cristo.
        De allí que se le llame a Cristo el Alfa y la Omega, el principio y fin de todo. De allí que la Liturgia de Adviento, preparatoria de la Navidad, nos lleve constantemente de la primera venida de Cristo (Natividad=Navidad) a su segunda venida en gloria (Parusía).
        “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra” (Jr. 33, 14-16). Es sólo una frase tomada de la Primera Lectura del Profeta Jeremías. Y en estas breves palabras, que, analizadas gramaticalmente forman una oración compuesta por una oración principal y por una complementaria, la principal nos habla de la venida histórica de Cristo y la complementaria nos habla de su segunda venida. Es una muestra -en una sola frase- del vaivén de la Liturgia de Adviento entre la primera y la segunda venida de Cristo.
        La oración principal nos habla de “un vástago santo, proveniente del tronco de David”. Nos está hablando de Jesús descendiente de David que nacerá y -por supuesto será santo. La oración complementaria nos habla de cuando ese descendiente de David venga a ejercer “la justicia y el derecho en la tierra”. Y esto no sucederá sino al fin de los tiempos cuando venga a establecer su reinado definitivo sobre la humanidad.
        La salvación de la humanidad la obtuvo Cristo durante su vida en la tierra, más específicamente con su pasión, muerte y resurrección. Pero esa salvación se realizará sólo en aquéllos que aprovechen los méritos de Cristo, al responder con su sí a la Voluntad Divina. Y esa salvación se realizará plenamente sólo al fin de los tiempos cuando, como nos dice el Evangelio de hoy (Lc. 21, 25-28.34-36) “verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad”.
        En el final del Ciclo Litúrgico, de los pasados domingos, las lecturas nos invitaban a pensar en la segunda venida de Cristo en gloria. Las lecturas del Adviento nos invitan a prepararnos para esa venida.
        En la Navidad - es cierto- celebramos la venida de Cristo en la historia, cuando comenzó su reinado. Celebramos el cumpleaños de Jesús -y eso nos pone alegres y festivos. Por esa razón la Navidad es época de alegría y regocijo.
        Pero esa primera venida de Cristo -como un niño, el Niño Jesús nacido en Belén de Judá- nos recuerda que su reino comenzó hace 2003 años, que se va instaurando en cada corazón que cumple la Voluntad Divina, pero sabemos que se realizará plenamente cuando El mismo vuelva en la Parusía y ponga todas las cosas en su lugar.
        De allí que nuestra vida -toda nuestra vida- debiera ser un continuo “adviento”, una continua preparación a la segunda venida de Cristo, que pudiera sorprendernos en cualquier momento, igual que pudiera sorprendernos en cualquier momento nuestra propia muerte. De ninguna de las dos cosas, ni de nuestra muerte ni de la segunda venida de Cristo, sabemos el día ni la hora. Por eso hay que estar siempre preparados.
        Y ¿qué significa esa “preparación”? Podríamos resumirla en las palabras de San Francisco de Sales: “vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra”.
        Y ... ¿vivimos así? ... Y ... ¿vivimos así? ¿O más bien evadimos pensar en esa realidad, tan cierta como segura, del final de nuestra existencia -porque muramos- o del final de los tiempos, -porque venga Cristo en la Parusía? ¿O tal vez pensamos que luego nos arreglaremos, que mientras tanto mejor es gozar y vivir como nos provoque?
        ¿Es esto “adviento”? ¿Es esto “preparación”? ¿Es que no sabemos lo que nos estamos jugando? Es nada menos que nuestro destino para toda la eternidad.
        La Segunda Lectura San Pablo (1 Ts. 3, 12-4,2) hace eco de lo mismo: la futura venida de Cristo. Nos dice el Apóstol que desea “que el Señor conserve nuestros corazones irreprochables en la santidad ante Dios, nuestro Padre, hasta el día en que venga nuestro Señor Jesús en compañía de todos sus santos
        Y el Señor es claro: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento … permanezcan alerta”. (Mt. 13, 33-37) ¿Nos estamos preparando para eso?
        ¿Cómo prepararnos? En el Evangelio de hoy vemos que el Señor es claro el Señor también sobre cómo prepararnos: “Velen y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del Hombre”.

EXAMEN DE CONCIENCIA  
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