Holy Trinity (Spanish)
June 18, 
      2000
      Homily Code: UU-4 S
      Ya que hoy es el día de la Santísima Trinidad y El Día 
      de los Padres y el fin de semana en que Mary Elaine y yo nos mudamos a 
      nuestra nueva casa, El Padre Blood generosamente me permitió un poco de 
      flexibilidad con la homilia de hoy. Porque aun San Agustín no pudo 
      explicar el misterio de la Santísima Trinidad en el curso de su vida, ¿se 
      imaginan que yo lo vaya a explicar en diez minutos? Asi que, he decidido 
      valientemente enfocar el tema del Día de los Padres.
    
      Aunque no soy un abuelo todavía, cuando mis hijos tengan hijos suyos 
      (¡ojala!), les recordaré de esos tiempos cuando eran infelices con las 
      cosas que Mary Elaine y yo les pedíamos que hicieran. Esos tiempos cuando 
      les hemos dicho, "Sólo esperen hasta que tengan hijos suyos propios y 
      entonces, entenderán por que hacemos esto". ¿Le suena familiar a alguien? 
      Escuchen unas pocas cosas que les diré a Alison, David y Gregory. 
      
    Te amaba bastante como para preguntarte adónde 
      ibas, con quién ibas y cuándo regresarías a casa.
    Te 
      amaba bastante como para no poder dormirme hasta que nuestra "luz secreta" 
      se apagaba, lo que me decía que habías vuelto a casa y que todo estaba 
      bien.
    Te amaba bastante como para callarme y dejarte 
      que descubrieras que tu último mejor amigo era un 
      imbécil.
    Te amaba bastante como para dejarte ver mis 
      errores y que aprendieras que tus padres no eran 
      perfectos.
    Te amaba bastante como para dejarte verme 
      llorando.
    Te amaba bastante como para decirte que me 
      llamaras a cada hora, del día o de la noche, sin hacerte preguntas, si 
      necesitabas que te recogiera porque las cosas estaban de patas 
      arriba.
    Te amaba bastante como para decirte que no 
      me importaba si tus amigos comían Twinkies o chocolates y bebían Coca Cola 
      para el desayuno. Tu ibas a comer exactamente la comida que tu mamá y yo 
      te poníamos en la mesa. 
    Te amaba bastante como para 
      no permitirte que tus amigos sólo tocarla la bocina cuando se acercaban a 
      casa a verte. Tenían que tocar a la puerta para tu mamá y yo pudieramos 
      conocerlos.
    Te amaba bastante como para no 
      permitirte que te citaras con nadie cuando tenías doce o trece 
      años.
    Te amaba bastante como para criarte e la fé 
      verdadera de Dios-mostrándote el amor de Dios, repetidas veces, en mis 
      palabras y mis acciones.
    Yo sé que te parecería a ti 
      que yo era un padre demasiado duro. Probablemente, pensabas que tu mamá y 
      yo nos quedábamos despiertos hasta tarde en la noche sólo para pensar en 
      nuevas maneras para romper las leyes del trabajo para los niños, y en 
      realidad, hacerte trabajar por tu dinero.
    Tenía que 
      haber sido muy duro para ti cuando te decía que, si unos de tus profesores 
      en la escuela nos decía que te portaste mal, estarías castigado mucho más 
      en casa, porque habías deshonrado el nombre de la familia 
      Suden.
    Sé que dejaste pasar muchas cosas que otros 
      chicos hacían. Como que te cogieran robando en la tienda o usando drogas o 
      conduciendo borracho.
    Y, probablemente la culpa era 
      mía también, cuando te decía cara a cara que el sexo fuera del matrimonio 
      y el sexo prematrimonial le quita mérito a tres personas. No sólo tu y "tu 
      amiga o amigo", sino también a Dios. Pero, sabes que, creo que vi un 
      suspiro de alivio cuando tú mamá y yo te dijimos que esperamos hasta 
      nuestra noche de la boda y tu puedes esperar 
      también.
    En este Día de los Padres, permítanme 
      recordarles a los jovenes en la asamblea que, ahora no pueden apreciar lo 
      que sus padres les dicen, pero, cuando ustedes tengan sus hijos propios, 
      entonces comprenderán.
    Papás, sus esposas y sus 
      hijos son las joyas en sus coronas. Si les dejan, estas joyas los harán 
      los hombres más ricos del mundo. Terminaré con un viejo relato de Alemania 
      para demostrarles mi punto.
    Érase una vez, un hombre 
      muy rico y orgulloso, se llamaba Carl. Montaba su caballo alrededor de su 
      finca y se felicitaba a sí mismo de su enorme 
      riqueza.
    Un día, encontró a un peón muy viejo que se 
      llamaba Hans. Mientras Hans bendecía la comida, Carl lo interrumpió en 
      forma grosera y le dijo a Hans, "si eso es todo lo que yo no daría las 
      gracias". "O", dijo Hans, "esta comida es suficiente para mí. Estoy muy 
      agradecido a Dios, no sólo por la comida, sino también estoy agradecido 
      por mi esposa maravillosa y mis hijos, que Dios me ha dado. Sabe que, es 
      extraordinario que haya venido aquí hoy, porque tengo algo para decirle. 
      Anoche, tuve un sueño muy extraño". "Y, ¿cuál era su sueño, viejo"?, 
      preguntó Carl. "Bueno, había belleza y paz en todas partes. Y, sin 
      embargo, podía oir una voz diciendo, 'el hombre más rico en el valle 
      morirá esta noche". Carl sólo se río y se fue 
      cabalgando.
    "Morirá esta noche", reflexionaba Carl. 
      "Qué ridículo. No hay que asustarse de lo que dice un viejo muy 
      supersticioso. ¡Olvídalo!".
    Y, todavía-no, todavía 
      no podía olvidárlo. Se sentía bien hasta le contó Hans ese sueño loco. 
      Ahora, sin embargo, Carl no estaba tan seguro que se sentía bien. 
      Entonces, esa noche le pidió a su médico que viniera a examinarlo. Cuando 
      llegó el doctor, Carl le contó el sueño del viejo-de que el hombre más 
      rico en el valle moriría esa misma noche.
    ¡Ay, qué 
      tonterías!, dijo el doctor. "Pero, para su tranquilidad, déjeme 
      examinarlo". Después del examen, el médico sonreía y le aseguraba a Carl 
      que tendría muchos años de buena salud.
    Precisamente 
      cuando el doctor iba a irse, su ayudante entró corriendo en la casa, sin 
      aliento. "Doctor, doctor, venga rápido. Es Hans. Acaba de morirse en su 
      sueño".
    Entonces, papás, ¿qué, o debiera decir 
      quiénes son sus riquezas? Si el hombre más rico en el valle fuera morir 
      esta misma noche, ¿estarían ustedes, por lo menos, entre las 
      finalistas?